Desaprender modelos de escritura adquiridos. Cambiarnos la camiseta de profesional a comunicador. Transformar el lenguaje técnico y académico que tanto costó adquirir, en una escritura blanda, ágil, cercana, memorable. Un lenguaje que incluya a las personas y no se sientan afuera de tanta "jerga profesional". ¡Cuánto desafío!
La Escuela de Psicología Social del Sur tiene una extensa trayectoria en la formación de psicólogas y psicólogos sociales, a partir del legado del Dr. Enrique Pichon Riviére. Son muchas las generaciones que desde 1985 aprenden y transmiten este saber pero, sobre todo, lo ponen en práctica en los territorios. Estas prácticas se traducen en papers y en investigaciones repletas de experiencias en las que se corrobora que las herramientas son realmente efectivas. Pero, ¿cómo contarle a la gente parte de estas vivencias? ¿De esos recuerdos imborrables, de la certeza adquirida luego de una intervención psicosocial en una organización?
Aquí es donde entran las herramientas que brinda el storytelling. Este enfoque que propone transformar la información en historias cargadas de emoción, de afectividad y de sensorialidad. Como repito siempre en los talleres:
Se trata de entramar dos carriles de la autopista: los datos técnicos que dan cuerpo y sustento a cada intervención, con las experiencias psicosociales generadas a través del encuentro empático entre los equipos profesionales y los grupos.
En este ir y venir entre compartir datos y vivencias, el relato toma forma. Y compone un texto amigable que el lector podrá disfrutar y fijar en la memoria.
Estoy culminando en estos días el tercer taller para alumnos y ex alumnos de la Escuela, para transformar sus textos de prácticas profesionalizantes en relatos de impacto. Para divulgarlos en redes y eventos. No dejo de sorprenderme de los resultados. Cómo las y los participantes llegan y cómo se van transformados. Casi maravillados por lo que ellos mismos lograron. Sólo aplicando algunas de las reglas básicas que hacen del storytelling una herramienta tan efectiva. Cuando escuchamos historias, nuestro cerebro hace algunas operaciones:
•Produce un pico de atención porque los relatos se acercan a la vida
•Entiende mejor, porque los relatos son pedagógicos, nos ofrecen ejemplos simples
•Se divierte. ¿A quién no le gusta que le cuenten un cuento? Érase una vez…
•Aplica la mnemotécnica. Los relatos quedan anclados en la memoria (a diferencia de las estadísticas y cifras que olvidamos rápidamente).
•Genera nuestra atención proyectiva. Durante el tiempo de duración del relato nos identificamos con sus personajes y nos proyectamos en ellos. Literalmente no paramos de preguntarnos ¿qué haría yo en su lugar?
•Se producen mayores índices de viralidad en las redes sociales. Todo el mundo los recuerda en sus propias palabras.
Me gustaría compartirles algunos fragmentos de relatos de las intervenciones de las participantes del taller, tan bien logrados, que dan ganas de haber estado ahí...
Daiana Martínez, por ejemplo, logró plasmar la experiencia de campo junto a una organización de bomberos voluntarios a través de una metáfora increíble. Aquí, un fragmento de su relato:
"Transcurrían meses donde se asomaba el calor. Ya adentrados en la apertura de la reunión, todos conectados al zoom; se observaba que la concentración del grupo en los primeros minutos estaba en apagar y prender un ventilador según el cual expresaban interfería en la escucha con el equipo de coordinación.
Esto fue considerado desde el inicio como ruido en la comunicación: ellos consideraron no ventilar para poder escuchar, y nosotros veíamos un no decir para no oír.
En el ventilador encontramos un puente, un símbolo, un conector con aquello que se consideraba que no se estaba diciendo. Un nexo con el secreto grupal que se hipotetizaba encontrar. El emergente hallado en la contradicción decir/no decir que seguíamos paso a paso, en ese momento fue traducido por el equipo de coordinación como la contradicción ventilar/ no ventilar".
Por su parte, Rosana Rojo logró crear un relato circular. Una estrategia acertadísima para lograr posicionar un tema, desarrollarlo y cerrarlo, volviendo al concepto de origen. En su caso detectamos una perlita: el lugar de intervención se llamaba Los Naranjos. Ella y sus compañeras eran del litoral, de donde vienen las naranjas... ahí se estableció un vínculo afectivo que se logró plasmar en el texto. Unos fragmentos de su texto:
"Se destacaban sus gustos por la música, las plantas, las manualidades, la lectura, lo que nos servía para pensar en futuras dinámicas. Fue entonces cuando, por primera vez, nos llamaron “las chicas del Litoral”. Éramos las chicas del mate, de la música litoraleña, de la Correntinita Ivotí, canción que nos cantaban cada vez que llegábamos (...). Entre risas, diversión, baile y karaoke se fue apagando nuestro último encuentro, y aún hoy, nos emociona recordar las voces de agradecimiento. Sentíamos un nudo en la garganta, con una mezcla de emociones de angustia y felicidad, por haber puesto un granito de arena para hacerlos sonreír, pero sobre todo para que se logren auto percibir como Grupo, a quien le encanta la música, trabajar juntos y compartir, enseñándonos que la edad no es una limitación (...). Desde entonces, cada vez que “las chicas del litoral” nos juntamos a compartir unos mates con cascaritas de naranja, ese aroma a cítrico nos recuerda a ellos, nos resuena el chamamé, el folklore de esos viernes a pura música de fondo. Todo nos lleva de vuelta a “Los Naranjos” y nuestros ojos se iluminan".
Maria del Carmen González tiene la habilidad de "hacer hablar" a las protagonistas de su relato. Al trabajar con violencia familiar, era importantísimo que esa fuerza de la palabra estuviera presente, combinándola con sus propias pregutnas retóricas:
"Aquel jueves por la tarde, circularon relatos cargados de temores. “La tensión se sentía en el cuerpo”, expresó María con voz quebrada; “No puedo dormir, temo que vuelva, que vuelva todo lo anterior”, manifestó Patricia, y continuó “a mí me pasa que tengo miedo de no poder con la plata.., no me siento preparada”. Susana, balbuceante, completó el cuadro de angustia generalizada: “no puedo con mis hijos, no puedo sola…”.
Ante este panorama, me pregunté ¿por qué el miedo?, ¿cuáles eran las fantasías que lo sostenían?, ¿cómo construir un lugar que las pudiera alojar en lo simbólico?".
El storytelling nos regala estructuras para narrar. Nos organiza y conecta mente y corazón. Nos invita a narrar con los 5 sentidos, a conectar no solo con el qué (la historia) sino también con el cómo (la forma). Nos propone una manera de llegar a las personas y que las transformaciones positivas que generamos en nuestras profesiones realmente sea comunicable, toque el corazón y la mente de quienes nos leen.
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